domingo, 4 de noviembre de 2012

GUERRA Y RELIGION

Desde tiempos inmemoriales la guerra surge como telón de
fondo de la religión. En nombre de Dios, el hombre coloniza,
aniquila, mata y destruye guiado por el ego, el fanatismo y el
ansia de poder.

La paradoja es que en un mundo colapsado por el poder y el
materialismo, la lucha sigue siendo en nombre de Dios.

Tecnología, avance, progreso, evolución... La lucha sigue
igual. Así nos lo relatan  la Biblia, Los Vedas, la epopeya de
Gilgamesh, el Popol Vuh. Cuantas batallas en nombre de unos
dioses que tras la imagen de divinidad esconden seres codiciosos,
vengativos, homofobos y destructores.

El ser humano no desea matar, destruir ni arrasar, en ello reside
su  autentica divinidad.
Es la victima de un Dios invisible que ya no tiene credibilidad y que
para poder cumplir sus objetivos acude a su propia destrucción,
dejando el alma dormida con cualquier sustancia para no escuchar
su propia voz y darle el poder a un fanatismo absurdo, donde el
verdadero Dios desaparece tras la destrucción.

Como en todas las guerras nadie gana y nadie pierde. Los grandes
pilares de cualquier religión se tambalean y van cayendo poco a poco,
mostrando desnudo  a ese Dios de barro que sólo ansia violencia
y crueldad y que forma parte intrínseca de nosotros mismos como
creadores del mundo en que vivimos.
                   

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