martes, 1 de septiembre de 2020

LA PANDEMIA

 La pandemía mundial del coronavirus paró el mundo y nos confinó en nuestras casas. Un "virus" nos castigó al rincón de pensar como a niños pequeños. ¿Para qué, se preguntarán algunos?

Pues muy sencillo, para hacernos pensar en cómo es nuestra vida, cómo nos relacionamos con la enfermedad y con la muerte. Cómo cuidamos de nuestros ancianos. Qué mundo estamos creando y en qué mundo nos gustraría vivir.

También el confinamiento nos habla del tiempo y de cómo queremos vivir la vida. Sin tregua y sin descanso, en un estado de control permanente sobre nuestros actos y el futuro, sin pararnos a pensar si somos felices o vivimos pensando en lo que haremos en el futuro.

El planeta necesitaba un descanso de los humanos. Necesitaba la calma total, el silencio atronador para que se restableciese el equilibrio y ahora, una vez liberados del "rincón de pensar" sólo vemos un virus que nos impide vivir, que nos impide ser libres, que nos impide relacionarnos, que nos impide disfrutar de la vida.

Sin embargo, el virus somos nosotros mismos que en lugar de integrar la pandemia, tal cómo lo hace nuestro propio sistema inmunológico  cuando detecta un cuerpo extraño, luchamos contra viento y marea para volver a nuestras vidas de antes, por miedo a perder el control, por miedo a lo desconocido, por miedo al mundo que estamos creando que en el fondo no nos hace felices, nos ata a trabajos que no nos gustan, a relaciones tóxicas, a la falta de tiempo para nuestros hijos y familias. A una vida que va en contra de nuestra propia esencia.

Ahora, después de unos meses de experiencia seguimos como niños pequeños, unos enfadados por las normas, otros rebeldes con las normas pero en el fondo, sólo es miedo y aunque aparentemente hemos vuelto a la antigua normalidad, nada más lejos de la realidad. A lo que nos hacía infelices ahora se añade el no poder controlar más que el día a día, porque parece que la pandemia colapsó el tiempo.

Seguramente si le preguntasemos al planeta Tierra que opina de los humanos, expresaría su incredulidad, ya que durante la pandemia animales, plantas, rios y mares en pocos días de calma se regeneraron rápidamente y no hay motivo para que nosotros no lo hagamos.

Tenemos una gran oportunidad de cambiar las cosas. De nada sirve la tecnología, si hay niños que todavía mueren de hambre. Las desigualdades entre los seres humanos son cada vez  más grandes, el planeta se ha convertido en un vertedero de residuos tóxicos que envenenan la Tierra y la lista es larga pero la vida nos está dando una gran oportunidad.


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